PAULO FREIRE Y EL PENSAMIENTO EXISTENCIAL
La expansión imperialista determina la existencia del Centro (metrópolis dominantes)
y de la Periferia (países dominados). La Periferia, formada por los tres continentes
que a lo largo de los siglos han sido objeto de la explotación, constituyen lo que
desde 1955 se llama el Tercer Mundo. El Tercer Mundo es el "marco político, social,
ideológico y psicológico de esos dos tercios de la humanidad en busca de la ruptura
definitiva con el antiguo régimen colonial y la finalización de los privilegios".
Los pueblos del Tercer Mundo están hoy en búsqueda de su liberación, liberación que
significa romper con los lazos de dependencia estructural, en la cual lo cultural juega
un papel importantísimo.
En este contexto, el de la realidad de la periferia que busca encontrarse a sí misma,
que busca liberarse como pueblo y a cada uno de sus hombres como persona total,
tenemos que ubicar un nombre sobre el cual durante mucho tiempo se extendió un
velo de silencio: Paulo Freire.
La "Pedagogía del Oprimido" de Freire cobra singular importancia sí tenemos en
cuenta que toda nuestra cultura -la cultura académica- fue elaborada en el Centro.
Nuestros intelectuales estuvieron siempre con la mirada puesta en Europa o EE.UU.
Nuestra literatura, en general, no fue sino una copia de la francesa, nuestra
educación una imitación de la yanqui, nuestra filosofía un constante repetir a los
pensadores franceses, alemanes, belgas. Precisamente una de las corrientes
filosóficas que mayor vigencia práctica parece seguir teniendo (aunque en el interés
de los intelectuales haya sido reemplazada por el estructuralismo y otras corrientes
en boga) es la del pensamiento existencial: un pensar que refleja la Europa burguesa
de post-guerra. Freire no niega esa filosofía. Por el contrario, recoge sus muchos
elementos positivos como así también los elaborados por otras vertientes de
pensamiento (Marx, Fanon, Memmi), pero los re-piensa desde la periferia,
concretamente desde América Latina.
A continuación trataremos de señalar cuál ha sido el salto de avance de Paulo Freire
con respecto al pensamiento existencial. Para ello es menester recordar primero
cuales han sido los aportes valiosos de éste. Sin detenernos a explicitarlos por ser
suficientemente conocidos, los enunciaremos como punto de partida para su
comparación con la cosmovisión de Freire.
a) Los aportes valiosos del pensamiento existencial:
1. Marca un momento muy importante en el camino hacia lo concreto. Es un intento
de podar al pensamiento filosófico de las abstracciones del Idealismo y de obligarlo a
echar raíces en lo más hondo de la experiencia humana. No es un pensamiento
pensado, acabado, sistematizado. Se trata más bien de un pensamiento pensante, o
sea de un pensar que más que proponerse encerrar al universo en un sistema de
ideas, intenta ahondar, perforar, profundizar, las experiencias concretas.
2. Concibe al hombre no en abstracto aislamiento sino como Existencia, esto es, como
Apertura, lo cual hace que no se pueda disociar al hombre del mundo (el hombre es
un ser-en-el-mundo) ni de los otros hombres (el hombre es un ser-con-otros).
3. Ve claro que el hombre no es algo acabado y estático, sino más bien un proyecto a
realizar. "Ser hombre es aprender a ser hombre", decía Jaspers.
4. Profundiza la reflexión sobre la experiencia humana. Eso le permite descubrir tanto
fenómenos alienantes que dificultan el crecimiento de la persona (funcionalización,
vigencia del tener, pérdida del sentido del misterio), como experiencias realizadoras
(comunicación, compromiso, fidelidad, esperanza).
Evidentemente no podemos reprocharle al pensamiento existencial no haber ido más
allá de sus propios límites. Es un pensar que expresa a una realidad, y en ese sentido
es fiel a la misma. Pero sí podemos reprocharnos a nosotros, habitantes del mundo
periférico, el seguir repitiendo lo que elaboraron los filósofos del centro.
b) El avance de Paulo Freire con respecto al pensamiento existencial:
Uno de los puntos en que más ha insistido el pensamiento existencial es el de
considerar al hombre como "ser-en-el-mundo". Freire, dando por supuesta esa
condición, cala mucho más hondo cuando afirma: la realidad social, objetiva, es decir
el mundo en el que el hombre vive, no existe por casualidad sino como producto de la
acción humana
. Esta realidad, al hacerse opresora -y Freire no duda que ésa sea
la nota fundamental de la realidad latinoamericana- se vuelve contra el hombre y lo
condiciona, modifica su ser.
¿Qué entendemos por realidad opresora? "Toda situación en que, en las relaciones
objetivas entre ‘A’ y ‘B, ‘A’ explote a ‘B’, ‘A’ obstaculice a ‘B’ en su búsqueda de
afirmación como persona, como sujeto, es opresora. Tal situación, (...) es, en sí
misma, violenta"
. La violencia ya no aparece como sinónimo de desorden, sino
como algo perfectamente compatible con un orden institucional. Si existe una
situación de opresión, es evidente la existencia de los que oprimen y de los que son
oprimidos. Ya no podemos hablar entonces del hombre simplemente como "ser-en-el-
-mundo" sino que tenemos que considerar el ser-en-el-mundo del opresor y el ser-enel-mundo del oprimido. Es decir, la situación de opresión genera una forma de ser de
los que se encuentran envueltos en ella. La conciencia opresora y la conciencia
oprimida tienen un comportamiento, una visión del mundo, una ética, distintas una de
otra.
1) Modo de ser de la conciencia opresora:
I) Es una conciencia posesiva del mundo y de los hombres: el afán de posesión es su
único nexo de unión con el mundo. Para ella ser es sinónimo de tener. Por eso
tiende a transformar en objeto de su dominio la tierra, los bienes, la producción, la
creación de los otros hombres. (...) “ una amenaza a su posesión es una amenaza a
él mismo, si pierde la posesión, pierde el contacto con el mundo"
. Freire retoma
aquí una idea elaborada por Marx y por Marcel y la re-piensa desde la realidad
latinoamericana.
Marx, en los “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, señala que en la sociedad
capitalista todos los sentidos humanos, tanto físicos como intelectuales han sido
enajenados por el sentido del tener. Cuanto menos es uno y cuanto más tiene, tanto
más alienada está la vida de uno
Marcel, por su parte, señala reiteradamente en distintos fragmentos de sus obras, el
reemplazo del ser por el tener como uno de los rasgos más negativos de nuestro
mundo contemporáneo.
Freire es más claro en su análisis del tener. Lo considera la nota fundamental de un
modo de ser determinado: el modo de ser opresor. Los opresores perciben
claramente que el tener es necesario para ser, pero lo limitan a su clase. No admiten
en cambio que ésa pueda ser una condición necesaria para todos los hombres. Si se
produce un cambio que supere la situación de opresión, los antiguos opresores "se
sentirán en la nueva situación como oprimidos, ya que si antes podían comer,
vestirse, calzarse, educarse, pasear, escuchar a BeethPAULO FREIRE Y EL PENSAMIENTO EXISTENCIAL
La expansión imperialista determina la existencia del Centro (metrópolis dominantes)
y de la Periferia (países dominados). La Periferia, formada por los tres continentes
que a lo largo de los siglos han sido objeto de la explotación, constituyen lo que
desde 1955 se llama el Tercer Mundo. El Tercer Mundo es el "marco político, social,
ideológico y psicológico de esos dos tercios de la humanidad en busca de la ruptura
definitiva con el antiguo régimen colonial y la finalización de los privilegios".
Los pueblos del Tercer Mundo están hoy en búsqueda de su liberación, liberación que
significa romper con los lazos de dependencia estructural, en la cual lo cultural juega
un papel importantísimo.
En este contexto, el de la realidad de la periferia que busca encontrarse a sí misma,
que busca liberarse como pueblo y a cada uno de sus hombres como persona total,
tenemos que ubicar un nombre sobre el cual durante mucho tiempo se extendió un
velo de silencio: Paulo Freire.
La "Pedagogía del Oprimido" de Freire cobra singular importancia sí tenemos en
cuenta que toda nuestra cultura -la cultura académica- fue elaborada en el Centro.
Nuestros intelectuales estuvieron siempre con la mirada puesta en Europa o EE.UU.
Nuestra literatura, en general, no fue sino una copia de la francesa, nuestra
educación una imitación de la yanqui, nuestra filosofía un constante repetir a los
pensadores franceses, alemanes, belgas. Precisamente una de las corrientes
filosóficas que mayor vigencia práctica parece seguir teniendo (aunque en el interés
de los intelectuales haya sido reemplazada por el estructuralismo y otras corrientes
en boga) es la del pensamiento existencial: un pensar que refleja la Europa burguesa
de post-guerra. Freire no niega esa filosofía. Por el contrario, recoge sus muchos
elementos positivos como así también los elaborados por otras vertientes de
pensamiento (Marx, Fanon, Memmi), pero los re-piensa desde la periferia,
concretamente desde América Latina.
A continuación trataremos de señalar cuál ha sido el salto de avance de Paulo Freire
con respecto al pensamiento existencial. Para ello es menester recordar primero
cuales han sido los aportes valiosos de éste. Sin detenernos a explicitarlos por ser
suficientemente conocidos, los enunciaremos como punto de partida para su
comparación con la cosmovisión de Freire.
a) Los aportes valiosos del pensamiento existencial:
1. Marca un momento muy importante en el camino hacia lo concreto. Es un intento
de podar al pensamiento filosófico de las abstracciones del Idealismo y de obligarlo a
echar raíces en lo más hondo de la experiencia humana. No es un pensamiento
pensado, acabado, sistematizado. Se trata más bien de un pensamiento pensante, o
sea de un pensar que más que proponerse encerrar al universo en un sistema de
ideas, intenta ahondar, perforar, profundizar, las experiencias concretas.
2. Concibe al hombre no en abstracto aislamiento sino como Existencia, esto es, como
Apertura, lo cual hace que no se pueda disociar al hombre del mundo (el hombre es
un ser-en-el-mundo) ni de los otros hombres (el hombre es un ser-con-otros).
3. Ve claro que el hombre no es algo acabado y estático, sino más bien un proyecto a
realizar. "Ser hombre es aprender a ser hombre", decía Jaspers.
4. Profundiza la reflexión sobre la experiencia humana. Eso le permite descubrir tanto
fenómenos alienantes que dificultan el crecimiento de la persona (funcionalización,
vigencia del tener, pérdida del sentido del misterio), como experiencias realizadoras
(comunicación, compromiso, fidelidad, esperanza).
Evidentemente no podemos reprocharle al pensamiento existencial no haber ido más
allá de sus propios límites. Es un pensar que expresa a una realidad, y en ese sentido
es fiel a la misma. Pero sí podemos reprocharnos a nosotros, habitantes del mundo
periférico, el seguir repitiendo lo que elaboraron los filósofos del centro.
b) El avance de Paulo Freire con respecto al pensamiento existencial:
Uno de los puntos en que más ha insistido el pensamiento existencial es el de
considerar al hombre como "ser-en-el-mundo". Freire, dando por supuesta esa
condición, cala mucho más hondo cuando afirma: la realidad social, objetiva, es decir
el mundo en el que el hombre vive, no existe por casualidad sino como producto de la
acción humana
. Esta realidad, al hacerse opresora -y Freire no duda que ésa sea
la nota fundamental de la realidad latinoamericana- se vuelve contra el hombre y lo
condiciona, modifica su ser.
¿Qué entendemos por realidad opresora? "Toda situación en que, en las relaciones
objetivas entre ‘A’ y ‘B, ‘A’ explote a ‘B’, ‘A’ obstaculice a ‘B’ en su búsqueda de
afirmación como persona, como sujeto, es opresora. Tal situación, (...) es, en sí
misma, violenta"
. La violencia ya no aparece como sinónimo de desorden, sino
como algo perfectamente compatible con un orden institucional. Si existe una
situación de opresión, es evidente la existencia de los que oprimen y de los que son
oprimidos. Ya no podemos hablar entonces del hombre simplemente como "ser-en-el-
-mundo" sino que tenemos que considerar el ser-en-el-mundo del opresor y el ser-enel-mundo del oprimido. Es decir, la situación de opresión genera una forma de ser de
los que se encuentran envueltos en ella. La conciencia opresora y la conciencia
oprimida tienen un comportamiento, una visión del mundo, una ética, distintas una de
otra.
1) Modo de ser de la conciencia opresora:
I) Es una conciencia posesiva del mundo y de los hombres: el afán de posesión es su
único nexo de unión con el mundo. Para ella ser es sinónimo de tener. Por eso
tiende a transformar en objeto de su dominio la tierra, los bienes, la producción, la
creación de los otros hombres. (...) “ una amenaza a su posesión es una amenaza a
él mismo, si pierde la posesión, pierde el contacto con el mundo"
. Freire retoma
aquí una idea elaborada por Marx y por Marcel y la re-piensa desde la realidad
latinoamericana.
Marx, en los “Manuscritos económico-filosóficos de 1844”, señala que en la sociedad
capitalista todos los sentidos humanos, tanto físicos como intelectuales han sido
enajenados por el sentido del tener. Cuanto menos es uno y cuanto más tiene, tanto
más alienada está la vida de uno
Marcel, por su parte, señala reiteradamente en distintos fragmentos de sus obras, el
reemplazo del ser por el tener como uno de los rasgos más negativos de nuestro
mundo contemporáneo.
Freire es más claro en su análisis del tener. Lo considera la nota fundamental de un
modo de ser determinado: el modo de ser opresor. Los opresores perciben
claramente que el tener es necesario para ser, pero lo limitan a su clase. No admiten
en cambio que ésa pueda ser una condición necesaria para todos los hombres. Si se
produce un cambio que supere la situación de opresión, los antiguos opresores "se
sentirán en la nueva situación como oprimidos, ya que si antes podían comer,
vestirse, calzarse, educarse, pasear, escuchar a Beethoven, mientras millones no
comían, no se calzaban, no se vestían, no estudiaban ni tampoco paseaban, ni mucho
menos podían escuchar a Beethoven, cualquier restricción a todo esto, en nombre del
derecho de todos, les parece una profunda violencia a su derecho de vivir".
0 sea
que para la conciencia opresora la humanización también entra entre sus posesiones.
Es un derecho que les pertenece en exclusiva. De ese rasgo fundamental que es el
sentido de posesión, derivan otros igualmente negativos:
II) Es una conciencia dominadora: los opresores necesitan dominar al mundo y a los
otros hombres. En ese dominio encuentran placer, satisfacción. De ahí que la
conciencia opresora sea a la vez sádica.
III) Es, por último, una conciencia necrófila: para dominar necesita cosificar a los
hombres y a la realidad. Detiene la inquietud, la ansiedad de la búsqueda, el poder de
creación, Mata la vida. El amor de la conciencia opresora es un amor a la inversa: un
amor a la muerte y no un amor a la vida.
2) Modo de ser de la conciencia oprimida:
I) Dualidad : el oprimido es un ser dual, un ser en el que coexisten dos fuerzas
antagónicas, una que lo lleva a ser él mismo, a liberarse, y otra que lo impulsa a
mantener introyectada la sombra del opresor. La alternativa se da entre: expulsar al
opresor de sí para poder ser él mismo, o bien, mantener al otro en sí. Es decir, entre
desalienarse o mantenerse alienado, entre ser actor y decir "su palabra", o bien ser
espectador, tener la ilusión de que actúa en la acción de los opresores, no tener voz
propia; entre crear y transformar el mundo o bien sufrir al mundo y sentirse frustrado
en su vocación creadora.
Cuando el oprimido no logra visualizar objetivamente quien es el opresor, se dan en él
en forma muy marcada los siguientes rasgos:
II) Fatalismo: consiste en pensar que la situación nunca podrá ser modificada.
Herencia ancestral de la conciencia mítica para quien el transcurrir del tiempo no
aportaba ninguna novedad, fomentada en el criollo por siglos de esclavitud y de
humillaciones, que han convertido lo que es "producto de una situación histórica y
sociológica" en "trazo esencial de la forma de ser del pueblo".
Aquí encuentra
perfecta aplicación la noción de funcionalización que Marcel elabora desde otra
realidad diferente. Si los demás me cosifican identificándome con una función
determinada, yo mismo tiendo a adaptarme a esa máscara que me condiciona. El
hombre latinoamericano ha sido de antiguo etiquetado por los gestores de la
civilización con el sello de "bárbaro”: negligente, servil, ignorante...
III) Mundo mágico: para la conciencia oprimida, el sufrimiento que padece no es
provocado por la explotación -de la que todavía no ha tomado conciencia- sino que
es lo querido por Dios. Este rasgo alienante ha sido alevosamente fomentado por una
Iglesia que es la caricatura de la Iglesia de Cristo.
IV) Violencia horizontal: si bien el oprimido no logra visualizar la situación de opresión,
las humillaciones cotidianas que derivan de la explotación van generando en él un
carga de agresividad que se canaliza contra sus iguales: su mujer, su vecino, su
compañero. En el mismo nivel que la riña en la que se hace un despliegue de coraje
por motivos fútiles, puede ponerse a la evasión en el vino. Peleadores y borrachos, es
la etiqueta que la civilización ha puesto a la conciencia oprimida que trata de alguna
manera de salir de su aniquilamiento.
V) Mito del patrón y autodesvalorización de sí mismo: el oprimido siente hacia el
patrón un sentimiento ambivalente, mezcla de repulsión y de admiración. Dado que el
patrón es el único modelo de humanidad que siempre se le ha presentado (él es el
blanco, el ilustrado, el que sabe, el que tiene) siente una tendencia irrefrenable a
asemejarse a él. En este momento su ideal de liberación suele ser ocupar el puesto
que hoy ocupa el patrón, es decir, simplemente invertir los polos de la contradicción y
de oprimido pasar a ser opresor. Es un fenómeno fácilmente observable en nuestros
barrios cómo el individuo que consigue ascender de status (el pequeño comerciante,
el pequeño productor o propietario) trata de asimilar las pautas de conducta que rigen
en el mundo de los opresores.
Después de Freire, que a su vez retoma los análisis de Frantz Fanon y de Albert
Memmi, resulta demasiado universal, y por lo tanto vacío de contenido, hablar del
hombre simplemente como "ser-en-el-mundo".
En el mismo sentido se puede hablar de la limitación del "ser-con-otros" afirmado por
el pensamiento existencial; limitación que surge al ser comparado con la óptica
periférica de Paulo Freire. Mientras en el primero, el ser-con está limitado a la esfera
intersubjetiva o a la pequeña comunidad, lo cual trae aparejado un rechazo y hasta un
desprecio hacia las masas populares
en una visión periférica como la de Freire,
Fanon o inclusive la de Chenu o Teilhard, es inadmisible no entender la dimensión de
ser-con-otros como una inserción en el pueblo oprimido. Si bien algunos filósofos del
Centro quedan excluidos de aquella actitud de rechazo que parece caracterizar a los
intelectuales frente a la masa, el reconocimiento de los valores personalizantes que se
encuentran en ella es más bien un postulado de los pensadores del Tercer Mundo.
El pensamiento existencial destaca el carácter dinámico de la Existencia. El hombre
no es, sino que va siendo y en ese ir siendo va conquistando su ser. Es decir que la
filosofía existencial admite un proceso hacia más-ser en el marco de la vida humana,
pero ese proceso no es extensivo al mundo ni a la humanidad en su conjunto. Se da
en el contexto de un mundo estático y de una humanidad que en lugar de avanzar
hacia su plenificación parece debatirse en las mismas eternas contradicciones que
sufre desde sus orígenes. Esto hace que la actitud del hombre ante el mundo se
limite en el fondo a ser contemplativa.
En Paulo Freire en cambio, es muy claro que la idea de cosmos que constituye uno de
los supuestos de la filosofía centrista ha sido reemplazada por la de cosmogénesis, es
decir, por la concepción de un mundo donde la evolución continúa, un mundo que está
en permanente proceso de gestación, y en el cual el hombre tiene el papel de cocreador. No es ésta una idea original de Freire. Se inscribe en la más pura tradición
bíblica, la vemos reproducida en filósofos del centro como Marx, Bergson y
acabadamente elaborada en Teilhard de Chardin. Por otra parte, es el supuesto
básico de los pensadores de la periferia. En efecto, si no se admite el hecho de la
evolución no tiene sentido hablar de liberación, de humanización, de transformación
del mundo. Dice Paulo Freire refiriéndose a la lucha por la liberación: "Ésta solamente
es posible porque la deshumanización aunque siendo un hecho concreto en la
historia, no es sin embargo, un destino dado, sino el resultado de un orden injusto que
genera la violencia de los opresores y consecuentemente el ser menos”.
No es un "destino dado". Es un "orden injusto" que depende del hombre y que
corresponde al hombre transformar. O sea, la liberación, la humanización, el proceso
hacia más ser, la transformación del mundo, no sólo son posibles sino que resultan un
compromiso ineludible del ser hombre: “Si los hombres son seres del quehacer, esto
se debe a que su hacer es acción y reflexión. Es praxis. Es transformación del
mundo"
Surge de aquí otro punto fundamental del pensamiento de Paulo Freire: la superación
del dualismo acción-contemplación que desde la metafísica griega impregna el pensar
occidental y que continúa vigente incluso en la Filosofía Existencial. En Freire, por el
contrario, la acción y la reflexión, el actuar y el saber, han de estar indisolublemente
unidos en el quehacer humano: “No hay palabra verdadera que no sea una unión
inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis. De ahí que
decir la palabra verdadera sea transformar el mundo".
Cuando se introduce el dualismo que separa las dimensiones del hombre, el
reflexionar y el actuar, la palabra se torna inauténtica y con ella no se puede
transformar la realidad. Es una palabra "alienada y alienante. Es una palabra hueca
de la cual no se puede esperar la denuncia del mundo, dado que no hay denuncia
verdadera sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción".
El Pensamiento Existencial ha sido tremendamente lúcido en el diagnóstico del mundo
contemporáneo. Experiencias alienantes que impiden el crecimiento de la persona,
como la de funcionalización, la vigencia del tener, la pérdida del sentido del misterio,
la angustia, la incomunicación, el fracaso, han sido magníficamente detectadas por los
filósofos de la Existencia. En páginas de gran hondura, en las que todos de alguna
manera nos sentimos expresados, han puesto al desnudo el alma humana. Lo mismo
puede decirse de las experiencias enriquecedoras como las de la comunicación, la
esperanza, la fidelidad. Pero en ambos casos se han quedado detenidos en el
penúltimo tramo del camino; se han limitado a describirlas, sin tratar de detectar las
causas que posibiliten su aparición. No han visto por ejemplo que las primeras (las
experiencias alienantes) son en su mayoría fenómenos concomitantes del modo de
vida propio de un sistema basado en la explotación y en el dominio de unos sobre
otros, o si lo han visto (como en el caso de Marcel que hace alusiones concretas al
sistema capitalista y al sistema comunista como negadores de la persona), no han
advertido que esos sistemas son productos históricos, y que como tales el hombre los
puede derribar en su lucha por la humanización. Justamente porque el mundo que
describe la Filosofía de la Existencia es un mundo sin historia, aparece como un
callejón sin salida y pese al aparente acento esperanzado de algunos de sus
exponentes, resuma un acento trágico y pesimista.
En Freire y en los pensadores del Tercer Mundo en cambio, el pesimismo no tiene
mayor cabida. Hay clara conciencia sí de un mundo herido, desgarrado, de un mundo
que oprime y condiciona al hombre pero esa convicción es motor que anima y empuja
a la construcción de un mundo nuevo y del hombre nuevo "no ya opresor, no ya
oprimido, sino hombres liberándose".
. No se trata del optimismo utópico que
consiste en pensar que el hombre, por ser racional y libre, puede escapar a los
condicionantes externos y realizarse igualmente en situaciones adversas, como si se
tratara de un ser etéreo que puede deslizarse por sobre los acontecimientos sin
quedar preso en ellos. Se trata en cambio de reconocer a los hombres "como seres
que están siendo, como seres inacabados, inconclusos, en y con una realidad que
siendo histórica es también tan inacabada como ellos".
, porque "existir
humanamente, es 'pronunciar' el mundo, es transformarlo".
En esta visión, el
fatalismo cede lugar al ímpetu de transformación y de búsqueda y el mundo se
convierte en el ámbito sobre el cual se ejerce "la acción transformadora de los
hombres, de la cual resulta su humanización",
acción transformadora y liberadora
que está en marcha irreversible y que nace siempre de los oprimidos: sólo los
oprimidos, liberándose, pueden liberar a los opresores. Éstos, en tanto clase que
oprime no pueden liberar, ni liberarse".
"Sólo el poder que renace de la debilidad de
los oprimidos será lo suficientemente fuerte para liberar a ambos".
En el pensamiento de Freire las masas marginadas encuentran su papel de protagonistas
de la historia. La Filosofía se hace realmente un pensar encarnado y comprometido,
mientras por contraposición, el pensamiento existencial aparece preso en las
abstracciones propias del Idealismo al que tanto criticara y al que tratara de superar.
Pese a todo lo hermoso que han descubierto en lo humano, pensamos que les cabe
perfectamente la crítica que Freire formula y en la que quedan incluidos filósofos,
educadores e intelectuales en general: "Decir que los hombres son personas, y
como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta
afirmación sea objetiva, es una farsa".
(Publicado en: Torres Novoa, Carlos: Paulo Freire en América Latina.
México, Guernika, 1979.) oven, mientras millones no
comían, no se calzaban, no se vestían, no estudiaban ni tampoco paseaban, ni mucho
menos podían escuchar a Beethoven, cualquier restricción a todo esto, en nombre del
derecho de todos, les parece una profunda violencia a su derecho de vivir".
0 sea
que para la conciencia opresora la humanización también entra entre sus posesiones.
Es un derecho que les pertenece en exclusiva. De ese rasgo fundamental que es el
sentido de posesión, derivan otros igualmente negativos:
II) Es una conciencia dominadora: los opresores necesitan dominar al mundo y a los
otros hombres. En ese dominio encuentran placer, satisfacción. De ahí que la
conciencia opresora sea a la vez sádica.
III) Es, por último, una conciencia necrófila: para dominar necesita cosificar a los
hombres y a la realidad. Detiene la inquietud, la ansiedad de la búsqueda, el poder de
creación, Mata la vida. El amor de la conciencia opresora es un amor a la inversa: un
amor a la muerte y no un amor a la vida.
2) Modo de ser de la conciencia oprimida:
I) Dualidad : el oprimido es un ser dual, un ser en el que coexisten dos fuerzas
antagónicas, una que lo lleva a ser él mismo, a liberarse, y otra que lo impulsa a
mantener introyectada la sombra del opresor. La alternativa se da entre: expulsar al
opresor de sí para poder ser él mismo, o bien, mantener al otro en sí. Es decir, entre
desalienarse o mantenerse alienado, entre ser actor y decir "su palabra", o bien ser
espectador, tener la ilusión de que actúa en la acción de los opresores, no tener voz
propia; entre crear y transformar el mundo o bien sufrir al mundo y sentirse frustrado
en su vocación creadora.
Cuando el oprimido no logra visualizar objetivamente quien es el opresor, se dan en él
en forma muy marcada los siguientes rasgos:
II) Fatalismo: consiste en pensar que la situación nunca podrá ser modificada.
Herencia ancestral de la conciencia mítica para quien el transcurrir del tiempo no
aportaba ninguna novedad, fomentada en el criollo por siglos de esclavitud y de
humillaciones, que han convertido lo que es "producto de una situación histórica y
sociológica" en "trazo esencial de la forma de ser del pueblo".
Aquí encuentra
perfecta aplicación la noción de funcionalización que Marcel elabora desde otra
realidad diferente. Si los demás me cosifican identificándome con una función
determinada, yo mismo tiendo a adaptarme a esa máscara que me condiciona. El
hombre latinoamericano ha sido de antiguo etiquetado por los gestores de la
civilización con el sello de "bárbaro”: negligente, servil, ignorante...
III) Mundo mágico: para la conciencia oprimida, el sufrimiento que padece no es
provocado por la explotación -de la que todavía no ha tomado conciencia- sino que
es lo querido por Dios. Este rasgo alienante ha sido alevosamente fomentado por una
Iglesia que es la caricatura de la Iglesia de Cristo.
IV) Violencia horizontal: si bien el oprimido no logra visualizar la situación de opresión,
las humillaciones cotidianas que derivan de la explotación van generando en él un
carga de agresividad que se canaliza contra sus iguales: su mujer, su vecino, su
compañero. En el mismo nivel que la riña en la que se hace un despliegue de coraje
por motivos fútiles, puede ponerse a la evasión en el vino. Peleadores y borrachos, es
la etiqueta que la civilización ha puesto a la conciencia oprimida que trata de alguna
manera de salir de su aniquilamiento.
V) Mito del patrón y autodesvalorización de sí mismo: el oprimido siente hacia el
patrón un sentimiento ambivalente, mezcla de repulsión y de admiración. Dado que el
patrón es el único modelo de humanidad que siempre se le ha presentado (él es el
blanco, el ilustrado, el que sabe, el que tiene) siente una tendencia irrefrenable a
asemejarse a él. En este momento su ideal de liberación suele ser ocupar el puesto
que hoy ocupa el patrón, es decir, simplemente invertir los polos de la contradicción y
de oprimido pasar a ser opresor. Es un fenómeno fácilmente observable en nuestros
barrios cómo el individuo que consigue ascender de status (el pequeño comerciante,
el pequeño productor o propietario) trata de asimilar las pautas de conducta que rigen
en el mundo de los opresores.
Después de Freire, que a su vez retoma los análisis de Frantz Fanon y de Albert
Memmi, resulta demasiado universal, y por lo tanto vacío de contenido, hablar del
hombre simplemente como "ser-en-el-mundo".
En el mismo sentido se puede hablar de la limitación del "ser-con-otros" afirmado por
el pensamiento existencial; limitación que surge al ser comparado con la óptica
periférica de Paulo Freire. Mientras en el primero, el ser-con está limitado a la esfera
intersubjetiva o a la pequeña comunidad, lo cual trae aparejado un rechazo y hasta un
desprecio hacia las masas populares
en una visión periférica como la de Freire,
Fanon o inclusive la de Chenu o Teilhard, es inadmisible no entender la dimensión de
ser-con-otros como una inserción en el pueblo oprimido. Si bien algunos filósofos del
Centro quedan excluidos de aquella actitud de rechazo que parece caracterizar a los
intelectuales frente a la masa, el reconocimiento de los valores personalizantes que se
encuentran en ella es más bien un postulado de los pensadores del Tercer Mundo.
El pensamiento existencial destaca el carácter dinámico de la Existencia. El hombre
no es, sino que va siendo y en ese ir siendo va conquistando su ser. Es decir que la
filosofía existencial admite un proceso hacia más-ser en el marco de la vida humana,
pero ese proceso no es extensivo al mundo ni a la humanidad en su conjunto. Se da
en el contexto de un mundo estático y de una humanidad que en lugar de avanzar
hacia su plenificación parece debatirse en las mismas eternas contradicciones que
sufre desde sus orígenes. Esto hace que la actitud del hombre ante el mundo se
limite en el fondo a ser contemplativa.
En Paulo Freire en cambio, es muy claro que la idea de cosmos que constituye uno de
los supuestos de la filosofía centrista ha sido reemplazada por la de cosmogénesis, es
decir, por la concepción de un mundo donde la evolución continúa, un mundo que está
en permanente proceso de gestación, y en el cual el hombre tiene el papel de cocreador. No es ésta una idea original de Freire. Se inscribe en la más pura tradición
bíblica, la vemos reproducida en filósofos del centro como Marx, Bergson y
acabadamente elaborada en Teilhard de Chardin. Por otra parte, es el supuesto
básico de los pensadores de la periferia. En efecto, si no se admite el hecho de la
evolución no tiene sentido hablar de liberación, de humanización, de transformación
del mundo. Dice Paulo Freire refiriéndose a la lucha por la liberación: "Ésta solamente
es posible porque la deshumanización aunque siendo un hecho concreto en la
historia, no es sin embargo, un destino dado, sino el resultado de un orden injusto que
genera la violencia de los opresores y consecuentemente el ser menos”.
No es un "destino dado". Es un "orden injusto" que depende del hombre y que
corresponde al hombre transformar. O sea, la liberación, la humanización, el proceso
hacia más ser, la transformación del mundo, no sólo son posibles sino que resultan un
compromiso ineludible del ser hombre: “Si los hombres son seres del quehacer, esto
se debe a que su hacer es acción y reflexión. Es praxis. Es transformación del
mundo"
Surge de aquí otro punto fundamental del pensamiento de Paulo Freire: la superación
del dualismo acción-contemplación que desde la metafísica griega impregna el pensar
occidental y que continúa vigente incluso en la Filosofía Existencial. En Freire, por el
contrario, la acción y la reflexión, el actuar y el saber, han de estar indisolublemente
unidos en el quehacer humano: “No hay palabra verdadera que no sea una unión
inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis. De ahí que
decir la palabra verdadera sea transformar el mundo".
Cuando se introduce el dualismo que separa las dimensiones del hombre, el
reflexionar y el actuar, la palabra se torna inauténtica y con ella no se puede
transformar la realidad. Es una palabra "alienada y alienante. Es una palabra hueca
de la cual no se puede esperar la denuncia del mundo, dado que no hay denuncia
verdadera sin compromiso de transformación, ni compromiso sin acción".
El Pensamiento Existencial ha sido tremendamente lúcido en el diagnóstico del mundo
contemporáneo. Experiencias alienantes que impiden el crecimiento de la persona,
como la de funcionalización, la vigencia del tener, la pérdida del sentido del misterio,
la angustia, la incomunicación, el fracaso, han sido magníficamente detectadas por los
filósofos de la Existencia. En páginas de gran hondura, en las que todos de alguna
manera nos sentimos expresados, han puesto al desnudo el alma humana. Lo mismo
puede decirse de las experiencias enriquecedoras como las de la comunicación, la
esperanza, la fidelidad. Pero en ambos casos se han quedado detenidos en el
penúltimo tramo del camino; se han limitado a describirlas, sin tratar de detectar las
causas que posibiliten su aparición. No han visto por ejemplo que las primeras (las
experiencias alienantes) son en su mayoría fenómenos concomitantes del modo de
vida propio de un sistema basado en la explotación y en el dominio de unos sobre
otros, o si lo han visto (como en el caso de Marcel que hace alusiones concretas al
sistema capitalista y al sistema comunista como negadores de la persona), no han
advertido que esos sistemas son productos históricos, y que como tales el hombre los
puede derribar en su lucha por la humanización. Justamente porque el mundo que
describe la Filosofía de la Existencia es un mundo sin historia, aparece como un
callejón sin salida y pese al aparente acento esperanzado de algunos de sus
exponentes, resuma un acento trágico y pesimista.
En Freire y en los pensadores del Tercer Mundo en cambio, el pesimismo no tiene
mayor cabida. Hay clara conciencia sí de un mundo herido, desgarrado, de un mundo
que oprime y condiciona al hombre pero esa convicción es motor que anima y empuja
a la construcción de un mundo nuevo y del hombre nuevo "no ya opresor, no ya
oprimido, sino hombres liberándose".
. No se trata del optimismo utópico que
consiste en pensar que el hombre, por ser racional y libre, puede escapar a los
condicionantes externos y realizarse igualmente en situaciones adversas, como si se
tratara de un ser etéreo que puede deslizarse por sobre los acontecimientos sin
quedar preso en ellos. Se trata en cambio de reconocer a los hombres "como seres
que están siendo, como seres inacabados, inconclusos, en y con una realidad que
siendo histórica es también tan inacabada como ellos".
, porque "existir
humanamente, es 'pronunciar' el mundo, es transformarlo".
En esta visión, el
fatalismo cede lugar al ímpetu de transformación y de búsqueda y el mundo se
convierte en el ámbito sobre el cual se ejerce "la acción transformadora de los
hombres, de la cual resulta su humanización",
acción transformadora y liberadora
que está en marcha irreversible y que nace siempre de los oprimidos: sólo los
oprimidos, liberándose, pueden liberar a los opresores. Éstos, en tanto clase que
oprime no pueden liberar, ni liberarse".
"Sólo el poder que renace de la debilidad de
los oprimidos será lo suficientemente fuerte para liberar a ambos".
En el pensamiento de Freire las masas marginadas encuentran su papel de protagonistas
de la historia. La Filosofía se hace realmente un pensar encarnado y comprometido,
mientras por contraposición, el pensamiento existencial aparece preso en las
abstracciones propias del Idealismo al que tanto criticara y al que tratara de superar.
Pese a todo lo hermoso que han descubierto en lo humano, pensamos que les cabe
perfectamente la crítica que Freire formula y en la que quedan incluidos filósofos,
educadores e intelectuales en general: "Decir que los hombres son personas, y
como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta
afirmación sea objetiva, es una farsa".
(Publicado en: Torres Novoa, Carlos: Paulo Freire en América Latina.
México, Guernika, 1979.)